Y llegó el 15 de Diciembre...
...y no es que sea quincena y momento de cobrar (y de gastar) sino que ya es inminente la llegada del fin de año, pasando por la noche buena, que desde años atrás no me despierta nada más que tristeza, llegada quien sabe cuando o donde y que regresa cuando quiere, ya ni siquiera llueve como antes para alegrarse cuando escampa, así parece que es la vida en la que nos hemos embarcado, cada día más monotonal, más repetitiva.
¿Acaso alguien en su sano juicio (y que no sea un niño o adolescente) disfruta por completo estas fechas que a la fuerza te las quieren hacer notar y celebrar, porque ya no sirve hacerse el desentendido, el asocial, el extraño. Ya no sirven ninguno de los antiguos recursos a los que uno se aferraba para lograr incluso disfrutar la melancolía y el despertar de los colores mínimos, ahora nos envenenan, nos enamoran, nos disfrazan y ¡plín! la navidad ha llegado, habrá que vestirse de gala, de brillo, de plástico para que resbalen los húmedos abrazos y buenos deseos. Yo no soy hipócrita, odio serlo, pero resulta ser lo políticamente correcto; saludos, besos, mejillas, exceso de perfumes, risas fingidas (¿o acaso reales y soy yo el de la boca cosida?) el cd de villancicos, los niños, el árbol.
Y se supone que es símbolo de paz y alegría, pero de repente se transforma en una obligación engorrosa, tengo mejores cosas en que pensar, que hacer, pero pierdo mi tiempo tratando de reencontrarme en lo que suponía depresión navideña, es diferente, no se desvanece y deja un vacío sin identificar. Resignación, ya llegó la navidad.
¿Acaso alguien en su sano juicio (y que no sea un niño o adolescente) disfruta por completo estas fechas que a la fuerza te las quieren hacer notar y celebrar, porque ya no sirve hacerse el desentendido, el asocial, el extraño. Ya no sirven ninguno de los antiguos recursos a los que uno se aferraba para lograr incluso disfrutar la melancolía y el despertar de los colores mínimos, ahora nos envenenan, nos enamoran, nos disfrazan y ¡plín! la navidad ha llegado, habrá que vestirse de gala, de brillo, de plástico para que resbalen los húmedos abrazos y buenos deseos. Yo no soy hipócrita, odio serlo, pero resulta ser lo políticamente correcto; saludos, besos, mejillas, exceso de perfumes, risas fingidas (¿o acaso reales y soy yo el de la boca cosida?) el cd de villancicos, los niños, el árbol.
Y se supone que es símbolo de paz y alegría, pero de repente se transforma en una obligación engorrosa, tengo mejores cosas en que pensar, que hacer, pero pierdo mi tiempo tratando de reencontrarme en lo que suponía depresión navideña, es diferente, no se desvanece y deja un vacío sin identificar. Resignación, ya llegó la navidad.
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