Los Sonidos de Guayaquil
Guayaquil sonoramente es muy diverso, puedes crecer rodeado de bulliciosos buses, gritos de vendedores ambulantes, disparos, el reguetón de los autos tuneados, alguna pelea del vecindario, incluso el silencio a veces ensordece.
Todo esto debería verse plasmado en la música local, nadie realmente sabe cuál es el estilo que nos identifica a los guayaquileños, hasta la tropicalidad citadina es prestada a los ritmos colombianos o caribeños, a la cadencia de esa suerte de hiphop latino centroamericano, quizás algunos dirán Julio Jaramillo es lo más guayaco que hay, y así podemos divagar sin llegar a un acuerdo.
En la actualidad estamos invadidos de la industria musical internacional (entiéndase espectáculo) así que el individuo urbano común consume la música que los medios le ofrecen limitando sus gustos al intérprete de moda, la canción más bailada o la mezcla fama/chisme más popular; existe un reducido grupo de gente que teniendo acceso al internet consigue investigar y bajar su música predilecta y compartirla con sus amigos, pero esto tampoco deja de ser añadidura de lo que estuvo o está de moda en otras partes, veamos sino a las hordas de metaleros ochenteros o roqueros latinos atrapados en épocas seudodoradas de la música y que sólo viven de ecos de otras eras y culturas. Ahora revisemos los grupos locales, el asunto es más triste aún, se cree que vivir de la música (o ser músico) es llegar a ser figura de bar, rasgando acordes ajenos, destrozando letras en otros idiomas y usurpando (junto a los que con ellos celebran) de un sentir y vibrar ajeno.
Pero ¿donde está nuestra nueva música?, se sabe de la existencia de un numeroso movimiento punk newschool, otro que veneran a los antiguos ochenteros heavy/glamorosos, todos ellos influenciados por exponentes anglosajones en su mayoría, pero (lejos de criticar) son solo una apropiación de otras culturas, lo cual no debe de ser del todo condenado ya que con la globalización nada ha quedado igual añadiendo color y sabor a un sinnúmero de estilos musicales.
Ligados a la tecnología y a la expansión de mercados y consumos existen (y han existido porque tienen una vida fugaz) grupos y bandas indie que partiendo de la matriz "rock" han sabido fusionar tendencias y crear propuestas únicas, pocos sobreviven a la edad, muchos dejan sus proyectos por dedicarse a un trabajo "serio" que les brinde sustento económico, no pocos se frustran y se abandonan en el camino so pena de ser catalogados infantiles o poco útiles, en guayaquil hay que ser valiente o vendido.
Y eso que actualmente el panorama es halagador en relación a pocos años atrás, por las fiestas de la ciudad se realizaron pequeños eventos que les dieron tarima a nuevos proyectos locales con regular asistencia, pero se intuye ya una necesidad de diversidad y espacios dedicados, no tenemos una disquera abanderada que agrupe lo mejor de nuestra nueva música, existen intentos independientes apoyados en la autofinanciación que mueren luego de 3 o 4 conciertos y la fantasía de grabar un álbum profesionalmente y ser debidamente difundido por los medios.
Creo que como ciudadanos jóvenes somos los oportunamente llamados a incitar la cultura, comprando nuestra música, visitando los sitios en internet (contamos con MySpace), asistiendo a los bares que se arriesgan a pautar en su cartelera a la agrupación que más promete y que más gusta, contribuyendo con el boca a boca si sabemos de algún amigo embarcado en alguna aventura sonora; se percibe en el ambiente de la ciudad que algo está ocurriendo, los ánimos cambian, hay más valor, más tecnología, más actitud, más compromiso, está en nuestras manos lograr un cambio y convertirnos en abono de las pocas semillas únicas que comienzan a aparecer.
Todo esto debería verse plasmado en la música local, nadie realmente sabe cuál es el estilo que nos identifica a los guayaquileños, hasta la tropicalidad citadina es prestada a los ritmos colombianos o caribeños, a la cadencia de esa suerte de hiphop latino centroamericano, quizás algunos dirán Julio Jaramillo es lo más guayaco que hay, y así podemos divagar sin llegar a un acuerdo.
En la actualidad estamos invadidos de la industria musical internacional (entiéndase espectáculo) así que el individuo urbano común consume la música que los medios le ofrecen limitando sus gustos al intérprete de moda, la canción más bailada o la mezcla fama/chisme más popular; existe un reducido grupo de gente que teniendo acceso al internet consigue investigar y bajar su música predilecta y compartirla con sus amigos, pero esto tampoco deja de ser añadidura de lo que estuvo o está de moda en otras partes, veamos sino a las hordas de metaleros ochenteros o roqueros latinos atrapados en épocas seudodoradas de la música y que sólo viven de ecos de otras eras y culturas. Ahora revisemos los grupos locales, el asunto es más triste aún, se cree que vivir de la música (o ser músico) es llegar a ser figura de bar, rasgando acordes ajenos, destrozando letras en otros idiomas y usurpando (junto a los que con ellos celebran) de un sentir y vibrar ajeno.
Pero ¿donde está nuestra nueva música?, se sabe de la existencia de un numeroso movimiento punk newschool, otro que veneran a los antiguos ochenteros heavy/glamorosos, todos ellos influenciados por exponentes anglosajones en su mayoría, pero (lejos de criticar) son solo una apropiación de otras culturas, lo cual no debe de ser del todo condenado ya que con la globalización nada ha quedado igual añadiendo color y sabor a un sinnúmero de estilos musicales.
Ligados a la tecnología y a la expansión de mercados y consumos existen (y han existido porque tienen una vida fugaz) grupos y bandas indie que partiendo de la matriz "rock" han sabido fusionar tendencias y crear propuestas únicas, pocos sobreviven a la edad, muchos dejan sus proyectos por dedicarse a un trabajo "serio" que les brinde sustento económico, no pocos se frustran y se abandonan en el camino so pena de ser catalogados infantiles o poco útiles, en guayaquil hay que ser valiente o vendido.
Y eso que actualmente el panorama es halagador en relación a pocos años atrás, por las fiestas de la ciudad se realizaron pequeños eventos que les dieron tarima a nuevos proyectos locales con regular asistencia, pero se intuye ya una necesidad de diversidad y espacios dedicados, no tenemos una disquera abanderada que agrupe lo mejor de nuestra nueva música, existen intentos independientes apoyados en la autofinanciación que mueren luego de 3 o 4 conciertos y la fantasía de grabar un álbum profesionalmente y ser debidamente difundido por los medios.
Creo que como ciudadanos jóvenes somos los oportunamente llamados a incitar la cultura, comprando nuestra música, visitando los sitios en internet (contamos con MySpace), asistiendo a los bares que se arriesgan a pautar en su cartelera a la agrupación que más promete y que más gusta, contribuyendo con el boca a boca si sabemos de algún amigo embarcado en alguna aventura sonora; se percibe en el ambiente de la ciudad que algo está ocurriendo, los ánimos cambian, hay más valor, más tecnología, más actitud, más compromiso, está en nuestras manos lograr un cambio y convertirnos en abono de las pocas semillas únicas que comienzan a aparecer.
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