VIVA GUAYAQUIL HIJUEPUTA!!!
Hoy estoy malditamente nostágico, extraño mi ciudad, ¡¡te extraño Guayaquil!!, salí casi huyendo de tu caos, de tu desorden, de tu quemeimportismo, de tu dejadez, procuré dejarte atrás pero estás siempre presente en mi voz, en mis ganas de caminar y de busetear, extraño tu espacio. Maldita ciudad invasiva, marcas para siempre a quien nace sobre tus límites, te metiste en mis sentidos y no saldrás de ahí jamás.
Creo que uno extraña más cuando se está relativamente cerca (a casi 4 horas desde Manta Beach), la presencia tácita de la ciudad me perturba, me intranquiliza, me pone ansioso.
Ni que decir que extraño a los panas, a los broders, a las bielas, al skunkcito, a las vueltas por la ciudad sin ninguna intención específica; me hace tanta falta recorrer el centro "a patrulla" con algo de dinero en el bolsillo (20 latitas son suficiente) y encontrarme con cosas increíbles: juguetes, camisetas únicas desde $1,50, zapatos inconseguibles, cds originales provenientes de quién sabe donde, dvds piratas para nada comerciales, y comida, mucha comida.
La última vez que cogí buseta en Guayaquil iba con mi esposa a buscar el sector de los distribuidores farmacéuticos y como para no perder la costumbre de presenciar (o ser partícipe) de situaciones bizarras en primera fila fui testigo como el busetero estúpido se pasó la roja de la Boyacá e impactó a un Lada de lleno (tres vueltas de campana antes de tumbar un poste de los nuevos de la regeneración, en pleno centro), a continuación lo de siempre, el tipo procuró escapar pero yo necesitaba bajarme con mi esposa (que estaba más que asustada), y lo hice detenerse, hubiera querido intervenir más pero el careverga sólo se ganó una puteada (eran 2 y yo no soy nadie para enfrentarme al busetero y al cobrador) igual a lo lejos vi como lo paraban y lo detenían ( y eso en Guayaquil si que es inusual) y quiero pensar que fue gracias a mi necesidad de bajarme que lo hice perder valiosos segundos y a la roja que no pudo evitar, vale decir que el bus pertenecía a la muy odiada por mí "Maranatha".
Yo creo que los guayacos somos individuos de conducta grupal, alegres, farreros, derrochadores, endeudados, ruidosos, ostentosos y a veces acomplejados (según sea el caso), pero la mayor parte de las veces somos gente abierta, acolitadora, de buenos sentimientos pero de mal accionar, sabidos y visajeadores.
Al guayaquileño promedio le encanta escalar en la sociedad, mostrar con sus posesiones como ha progresado y para eso recurre a ropa cara comprada en San Marino, relojes, cadenas, autos tuneados, incluso hay quienes por un tiempo reclaman ante eso, combaten el arribismo y el consumismo, se dicen socialistas, izquierdistas, anarquistas y populares, se creen diferentes, pero que no pierden la oportunidad -apenas tengan cómo- de formar parte de la cultura aniñada, y eso que hay aniñados de todas clases (hay algo de sarcasmo y verdad en todo esto) los de los ceibos, los de samborondón, los de urdesa, los de L.A. (léase EL LEI o La Alborada) y en fin, cada cual con sus costumbres, jerga y comportamientos diferentes.
Guayaquil es una ciudad que ebulliciona todos los días, ya sea bajo las lluvias o el sol incesante, en medio de los embotellamientos, el olor a comida, el maldito reguetón o la salsa, incluso en la noche es una ciudad viva, caliente, me la imagino desde una vista satelital similar a un pozo lleno de serpientes, cada segundo diferente, enredada y hermosa. Aprendí a no temer a las calles, transitaba con cautela pero confiado a la 1 o 2 am por el centro o La Atarazana, por la Orellana, por Las Americas. Recién hace poco noté como iba ganando identidad (segmentada y reflejo de los comportamientos grupales) como poco a poco ingresaba la cultura por el río, por el cerro, con la gente joven, con los bares, con su zona rosa.
Salsa, reguetón, merengue y J.J. aprendieron a compartir espacio con la electrónica, con el rock, con el punk de mi adolescencia (y de muchos).
A estas alturas no se porqué escribo todo esto, lo considero de dominio público, todos sabemos como somos los guayacos, complejos y sencillos al mismo tiempo, y lo que más me extraña y me fascina, en Guayaquil solo me interesa el hoy, lo inmediato, y eso quizás es lo menos conveniente para mi futuro y el de mi familia.