miércoles, 17 de enero de 2007

Niños para siempre


No es un afán de escapar de las responsabilidades ni de asumir la vida con facilismo y sin compromiso. He notado que cada vez la niñez desaparece con toda la pérdida de lo bello que eso implica, ya no vemos las cosas con ojos de novedad, ya no nos emocionamos con los pequeños descubrimientos, ya no fabricamos juguetes que nos hablen con su propia voz a través de nosotros, ya no sonreímos constantemente, ya no lloramos en presencia de los demás, tenemos temor de preguntar, nos preocupamos demasiado de nuestra apariencia y lo que piense el resto de nosotros, ya no nos levantamos de los tropezones con ánimos de seguir avanzando, nos estancamos en una existencia gris de adultos preocupados de las cuentas y del trabajo sin darnos cuenta que son solo circunstancias inevitables del actual esquema de vida.
En el blog de Marcelo Figueras leí una frase real y concisa:
Cuando los adultos sufrimos un dolor profundo, tenemos la tendencia a aferrarnos a él y a usarlo para justificar todas nuestras renuncias, todos nuestros fracasos. Los niños se levantan del suelo y siguen caminando, sin echarle la culpa a nadie (...) no están dispuestos a que nadie les arrebate la felicidad.
¿Pero qué debemos rescatar de la niñez y aplicarlo en nuestra vida cotidiana?, lo más importante: la inocencia, no una inocencia ingenua y obstinada, sino una actitud de confianza y de apertura carente de prejuicios, con positivismo e ilusión, porque podemos construir nuestros sueños en bases a fantasías posibles, procurar utopías al alcance de nuestras manos.
La felicidad se puede lograr, debemos abandonar la amargura, si caemos levantémonos con ímpetu infantil, limpiemos las rodillas y corramos hacia nuestras metas sin miedo a tropezar.
Crea, piensa, CREE, el mañana es el reflejo de nuestros pasos, no importa lo duro que sea el terreno a recorrer.

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