Entre tanto descarte
Guayaquil, como ciudad, es la madre-de-la-vida-y-del-amor perfecta para los que la queremos difícil. Eso sí, hay que manejarse con astucia para no caer en el chauvinismo bastardo.
Explico: te la complica y te plantea un escenario lleno de escaños social/mentales, te arma un juego que no tiene normas claras, te enamora pero se olvida de tí, te quita tiempo, dinero y entusiasmo mientras se las arregla para ser inspiracional.
Constantemente pretende expulsarte al permitir a sus habitantes ser poseídos por los más absurdos clichés. Pero, de repente te hace notar esa atmósfera y los matices que la hacen un lugar perfecto para crear. Es real, contundente, o sincera o hipócrita.
Que hay detrás nuestro, pues sabemos muy poco, todos tenemos (o tuvimos) miedo de convertirnos en estatuas de sal, pero hay unos cuantos que se internan en este pasado grisaceo para darle más piola a historias sin concluir, hurgar en recuerdos de una generación entre frustrada y cansada, y en el camino hallar algo de individualidad, un personaje, detalles y el detonante perfecto para lograr miedo, reflexión y motivación (todo al mismo tiempo).
La historia va así: los setentas en Guayaquil, todos los vicios actuales en su esplendor en una ciudad blanco y negro donde un tipo aparece con varios cortometrajes participando en los espacios que habían, moviendo todo, ganando todo, con talento y talante, pero sin billete.
Un director que decide ver que hay ahí, y encuentra en la pausa del olvido la oportunidad de reconstruir y (hasta) rescatar el gesto/capricho de un creador al cual la vida le ha pasado por encima, le dedica 7 años a completar un capítulo en la vida del personaje, en su vida como autor y en la "vida" de la ciudad.
Descartes (2009, Fernando Mieles), se aproxima en formato documental, al retrato de lo que es El Hacer Cine en Guayaquil, a través de la historia de Gustavo Valle, fotógrafo social y cineasta.
Valle, al inicio, parece únicamente existir en la memoria de un grupito de veteranos, quiénes desde su pasión por el cine, coinciden en reconocer la dificultad-de-crear y en el indicio de la existencia de un talentoso creador que abordaba en sus películas historias de una ciudad real: suicidios, homosexualidad, droga, abortos y revoluciones inútiles. Luego, se revela mientras lo vemos moverse en los intestinos de una ciudad que hace rato se lo comió.
¿Tuvimos a nuestro Pasolini?. ¿Es Valle un cineasta referencial en la historia de la ciudad?.
Apliquemos la duda metódica: "No admitir nunca algo como verdadero, si no consta con evidencia que lo es" (René Descartes).
Junto a Mieles, de repente nos vemos inmersos en una película de drama y suspenso, donde incluso el humor de ciertas situaciones escupen "realidad", y se plantea una búsqueda a modo de ascensión, de reconocimiento y legalización de la condición de un creador; y es el hallazgo, la evidencia de que sí, Gustavo Valle por fin existe y es un cineasta referencial en nuestra ciudad, en la que aun es sumamente difícil crear, por más entusiasmo y ganas que te sean naturales.
Si el cine es memoria, ¿Qué queda cuando una película se pierde? Si el filme existe solo en la memoria de quienes lo pudieron ver, ¿Existe el cineasta que lo creó? Gustavo Valle circula por las calles de Guayaquil, un fotógrafo de matinés ignorado por la historia del cine ecuatoriano, olvidado por quienes alguna vez premiaron sus cortometrajes. Sus películas, perdidas en el laberinto burocrático de la ciudad, son reconstruidas por la memoria de los que las vieron.
El cine es inmortal, pero de autor anónimo.(Fernando Mieles)
(en cartelera en el Auditorio Simón Bolívar, antes MAAC Cine, desde el 9 de Octubre en Gye).
1 comentario:
LA MEJOR PELÍCULA QUE HE VISTO EN MUCHO TIEMPO. IMPERDIBLE!... (SIN DUDA LO MEJOR DEL CINE ECUATORIANO)
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