¿Áureos?
Levitaba bajo la lluvia, levitaba sobre mi astral...
El otro día me descubrí cantando estas líneas.
...Astral...
La música de Los Niñosaurios extrañamente funciona al inicio y al final del día, se la degusta mejor rodeado de tonos dorados y calidez emocional, se libera en todo su esplendor justo en ese momento donde las cosas no son ni tan claras ni se han sumergido en las sombras.
Con cada escucha te permiten deshojar detalles, percibir brillos, medios tonos, reflejos, elementos traslúcidos, partes de miel, explosiones de luz. Pero siempre percibes que vienen y van hacia una oscuridad inminente.
...esperaba luces de rem, a que me de unas vacaciones...
Es difícil entablar gusto por su música, no son de fácil llegada sobre todo cuando recibimos día a día horas y horas de sonidos demasiado contaminados con las modas y otros tiempos que distraen y alejan. Los Niñosaurios tienen cierto sabor a vintage pero a través de sus influencias más no como leitmotiv inicial. No hay poses ni imagen de banda demasiado trabajada, son lo que son.
...despierta mono de mi prehistoria...
En vivo son impecables, y su formación de trío en vez de limitarlos los hace ensamblarse perfectamente dándole a cada línea su correcta posición e importancia.
...te invito a levitar...
En la escena guayaquileña son importantísimos, son de los pocos que han alcanzado madurez compositiva y rasgos propios donde confluyen sutilezas y matices grunge, pero todo absorbido de este lado del mundo.
¿Para donde mirar para tratar de entenderlos?, pues tal vez hacia Los Tres, Café Tacuba, Cerati, Spinetta, Paez por mencionar unos cuantos. Pese a eso la asimilación de esta música produce algo extrañamente guayaquileño, a medio camino entre lo progresivo, con toques de funk y jazz, los sicodélico y el rock alternativo noventero.
Pero qué es lo que hace de Niñosaurios algo especial, más allá del desempeño con los instrumentos es el manejo del contenido de sus letras, como manejan el lenguaje, las sílabas cantadas, la voz como un instrumento más, las palabras hacen que su música sea un disparador gráfico enfocado a la imaginación.
La voz de Victor Andrade (guitarra y teclados) no es común, se deja guiar por lo emotivo, en la escena tiene sus detractores que lo acusan de desafinado o meloso. Incluso las letras de las canciones han sido catalogadas de sin sentido o vacías. Aunque a primera instancia así lo parezca la dosis de surrealismo es la adecuada para esta banda. El bajo es sólido, firme, rítmico, profundo, cuando Ricardo Pita (bajo) lo secunda en las voces a Andrade crean una buena base para girar entorno con los instrumentos, una estructura para levitar. Aldo Machiavello en la batería hace su mejor trabajo aportando con su estilo y trayectoria en bandas locales, aplica fuerza o ligereza según sea necesario.
Anda circulando por ahí lo básico para conocerlos, aparte de sus constantes tocadas ya no sólo en Guayaquil sino en Quito, Manta y Portoviejo. Unas cuantas canciones a modo de demo, algunos videos en youtube (cuando no) nos pueden hacer olvidar todas estas palabras y que formemos una idea propia sobre esta banda. Destacables son la fantástica Levitaba y la etérea Levitar, donde con un poco más de producción llegan a tintes orquestales como una premisa de la capacidad de estos niños áureos.
...yo les entregué mis alas...
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