lunes, 14 de julio de 2008

El atardecer del hombre


La playa. La Playa.
En el almacén de los recuerdos hay todo tipo de data: la intangible que está programada para activarse con olores y sabores, con vapores, con un sonido, un crujir; y la que gasta mucho mucho espacio en disco, la visual, la de los megapixeles, la de las texturas y colores.


Recientemente he adquirido la fascinación bien burda de disfrutar los atardeceres, si antes la playa era sinónimo de mañanas infantiles llenas de olas y arena, que luego se convirtió simplemente en luces captadas en medio de sombras, noches sin recuerdos, levedad, es justo que ahora mi fijación sea exactamente en el punto medio, en el atardecer.


Hay gente muy radical que dice que se es o no se es, inicio o final, le pierden confianza al momento
intermedio, el más bello de todos según mi parecer. Será porque es un tanto peligroso.

Desde el centro puedes, si quieres, voltearte un poco como quien no quiere la cosa y captar esos fantasmas con tu rostro, te saludan (¿o se despiden?) y se desvanecen, desde la lejanía te proyectaron los susurros: hacia el frente, adelante. Avanza.

Y te quedas inmóvil.


Y estoy aquí, en el atardecer del hombre, un largo atardecer en el que nos ha tocado vivir.


No nos engañemos no hace falta mucho para comprobar que todo esto está asentado de manera temporal. Maquillado, maquetado, aún esbozado.


Ayer en ese atardecer mientras la luz se iba, se fue la luz. Sin esa energía la cuadra estaba silenciosa. La poca gente transitando se guardó, y desde mi sala se notaban en las casas, a lo lejos, amarillas luces surgiendo. Uno de los mejores inventos del mundo definitivamente es la vela.


Es fácil, es rápido, es cómodo, es barato, es incluso romántico.


El atardecer se prolongaba, sin tv, la pilita de la esquina inferior derecha de la pantalla sentenciaba 35% restante. ¿Alcanzaría el tiempo para escribir esto?.


Si nos lo proponemos la mejor libreta está en la memoria. Y la memoria al parecer le gusta esto de las meriendas a la luz de una vela.


Mientras el atardecer cedía todo el malestar eléctrico desaparecía. El malestar de nuestros días.

Creo en estos momentos, creo en los filtros de conciencia y ánimo, creo en nuestra dependencia. Esa que llega no es La Luz, con ese bullicio de camionetas y trabajadores no podría llegar la luz que es necesaria.

2 comentarios:

Silvana Tapia dijo...

Que post tan hermoso... "mientras la luz se iba, se fue la luz" me encanto la utilizacion de ese recurso de significados diferentes de una misma frase, bien ahi!

Carlos Julio dijo...

Precioso post autómata.

Lo de la vela y del momento en que se apaga el mundo me recordaba cierto sentimiento pasado...

Saludos cordiales

Carlos Julio